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LOS FRESCOS DE LA ODISEA DE HOMERO DE LA DOMUS DE LA COLINA ESQUILINA, ROMA. LA PINTURA DE PAISAJES IDÍLICOS ROMANOS.

El género del paisaje fue una gran innovación de la pintura romana en comparación con la pintura griega. Desafortunadamente, pocos ejemplos de este género han llegado a nuestros días. Los más notables son los frescos de la magnífica serie de la Odisea que vamos a ver en este artículo. Se encontraron hace ya mucho tiempo, en 1848, en una domus excavada en la colina Esquilina de Roma que debió tener su entrada por el antiguo vicus Patricius, pero que se extendía hasta la paralela via Graziosa, que es por donde se estaban haciendo en ese momento obras de edificación. Esta calle ya no existe y ha sido sustituida y reurbanizada posteriormente por la actual via Cavour.



El hallazgo arqueológico.

Poco ha quedado de la domus salvo los frescos que hoy se pueden contemplar en el Museo Vaticano, porque se salvaron para ser regalados al Papa, y publicaciones de mediados del siglo XIX con algunas indicaciones y dibujos de cómo se hallaron. Lo encontrado en 1848 sería los restos de un criptopórtico o corredor cubierto semisubterráneo abovedado que debía servir para soportar un piso superior habitacional. La domus apoyada en la ladera del Cispius se dispondría en terrazas superpuestas en las que los pisos bajo serían aprovechados para crear una estructura semisubterránea que sustentara la superficie superior y que creara unos patios sombríos ideales por sus temperaturas moderadas en invierno y frescas en verano.

Dibujo de la publicación de  Pietro Matranga: La ciudad de Lamo establecida como Terracina siguiendo las descripciones de Homero y dos de las antiguas pinturas acabadas de descubrir en el Esquilino (1852).pp. 223-224. Así es como aparecieron las pinturas.


La fecha de las pinturas.

Los frescos se fechan hoy en día hacia mediados del siglo I a. C., ya que se encontraron fragmentos pintados coetáneos de un calendario prejuliano, lo que nos ofrece una cronología no posterior al 46 a. C. Por otro lado, estos paisajes son un claro ejemplo del "Segundo estilo pompeyano" o "Estilo arquitectónico" romano, definido por August Mau, que se data entre el 90 y el 25 a. C. Lo característico de este estilo es que los elementos arquitectónicos -en este caso, pilastras pintadas con mucho realismo y en perspectiva-,compartimentan espacios de dimensiones de 1,67 x 1,32 metros, creando la ilusión de estar ante ventanas a través de las cuales podemos asomarnos a paisajes imaginarios.

Reconstrucción de cómo estarían dispuestos los paisajes de la domus de via Graziosa.




Sobre la función de este criptopórtico.

El complejo residencial sería mucho más grande y distribuido en la ladera del monte a través de varias terrazas. En concreto, la galería de nuestros frescos se articulaba en torno a un enorme espacio rectangular con al menos tres lados porticados abovedados, que pudieron alcanzar hasta cinco metros de altura hasta la clave y  completando 150 metros de perímetro porticado en total. Ante tal superficie de muro, se calcula que los recuadros pintados en este criptopórtico no se limitarían a los 7 paneles que hoy se conservan (9 ó 10 si consideramos los restos de otros en muy mal estado), sino que constituirían un conjunto que podría llegar a componer entre 35 a 100 escenas que completarían el poema de Homero. Estos largos pórticos cubiertos, llamados por Vitrubio ambulationes, eran el lugar ideal para acoger largos paseos, conversaciones y confidencias entre los dueños de la casa y sus huéspedes. Y según el arquitecto eran el lugar ideal para ser decorados con pintura que dieran al paseante la sensación de hacerlo en medio de paisajes fantásticos donde se desarrollaban los principales acontecimientos de los mitos homéricos (Iliada y Odisea). La experiencia debía ser estética, sensual e intelectual.

Los lestrigones destruyen la flota de Ulises (izquierda); La nave de Ulises, la única que se salvó, se dirige hacia la Isla de Circe, Eea (derecha)



Sobre la experiencia estética y sensual.

El criptopórtico había sido pintado para sugerir una habitación rodeada por una doble columnata que creaba en el espectador la sensación de espacio más allá. Sobre tres cuartos de altura de la  pared y entre las pilastras figuradas aparecían vistas panorámicas de paisajes: riscos erizados, cuevas sombrías, costas lejanas, bahías anchas, nubes ondulantes, árboles arrastrados por el viento, pequeñas ruinas, barcos navegando y un grupo de figuras empapadas de luz matutina. La preponderancia de los tonos verde claro y aguamarina evocaría la expectativa de refrescarse con la brisa marina al pasar la vista más allá.

Detalle del paisaje de la hija del rey de los Lestrigones. al fondo las naves de Ulises. Delante unas montañas de formas y árboles fantásticos.


Es realmente notable el sentido de profundidad alcanzado en estos frescos, considerando que el concepto de perspectiva no se desarrollaría hasta 1,500 años después. Para lograr este sentido, los colores se desvanecen en aquellas partes de la composición "más lejos" del observador.

Sobre el mecenas y el artista. 

La representación detallada de los pasajes del texto homérico y el nombre con el que se acompaña a cada personaje escrito en griego, sugiere el ambiente refinado y elitista de para quién se pintaron. Hoy se atribuye la domus a la gens Papiria, una antigua familia patricia de Roma, que se sabe habitaba esta parte de la colina Esquilina (la altura llamada Cispius) desde el siglo III a. C.

El artista que las pintó seguramente fue griego y pudo copiar de modelos bien definidos, tal vez proporcionados por las ilustraciones de los poemas realizados en la biblioteca de Alejandría. El argumento principal para insinuar una relación con esta ciudad es que allí se creó una versión de la Odisea en la que aparecían mencionados tres de los emisarios que mandó Ulises para hablar  con el rey de los Laestrigonianos y que aparecen rotulados en estos frescos. Esto nos indica, una vez más, la influencia notable del arte helenístico sobre el ambiente cultural romano del siglo I a. C.

Detalle de la escena de la hija del rey de los Lestrigones y los emisarios de Ulises con los rótulos encima de sus cabezas.



El encuentro entre los compañeros de Ulises y la hija del rey de los Lestrigones.




Sobre el tema. Entre el paisaje idílico y el mito.

La elección del tema homérico en el friso de este criptopórtico estaba motivado por la admiración que la aristocracia romana sentía por la cultura helenística, pero, si profundizamos un poco y nos situamos en el contexto histórico de finales de la República Romana, es indudable que también servía para crear una ensoñación nostálgica muy en boga en la época.

Roma había crecido en los dos últimos siglos y entre los romanos cultos se añoraban momentos pasados en que la vida era más simple en el país y los hombres vivían más acorde con el medio. La memoria, con su tendencia a fabricar  imágenes de un pasado idealizado, creaba entre ellos una utopía que añoraban como futuro. Por eso, las andanzas de Odiseo no se presentan en las escenas con el protagonismo de la acción humana o de la narración épica, sino dentro de un contexto donde la naturaleza es la protagonista del episodio. Los paisajes, aún los llenos de peligros, se han transformado en paisajes de deseo donde la belleza del lugar cautiva los sentidos y donde, aunque la violencia existe puede existir se respira la inocencia perdida del ser humano. En estos lugares parecen resonar el canto de las cigarras y se puede oler el dulce aroma de un árbol en plena floración. La corriente de un arroyo refresca nuestra mano y la hierba es lo suficientemente gruesa para descansar cómodamente. Este es el "lugar agradable", locus amoenus, en el que disfrutar huyendo de la urbs, la visión romana de paraíso.

Los cantos X a XII de la Osisea narrados en los frescos.

Los frescos ilustran algunos episodios de la Odisea de Homero. Se ha perdido el episodio anterior en el que se debió narrar las andanzas de Ulises con Polifemo y  Eolo. Por tanto, nuestras escenas comienzan cuando Odiseo y sus compañeros llegan en una docena de embarcaciones a una tierra que les es desconocida desconocida. Los barcos entraron en un puerto rodeado por abruptos acantilados, con sólo una entrada entre dos promontorios. Los capitanes metieron sus naves dentro del puerto muy juntas entre sí. Odiseo guardó su propia nave fuera del puerto, amarrada a una roca. Trepó a una roca alta para hacer un reconocimiento, pero sólo pudo ver un poco de humo ascendiendo desde el suelo. Envió a tres de sus hombres, uno de ellos como heraldo, para que averiguasen algo sobre los habitantes del lugar. Los hombres siguieron por un camino y encontraron a una mujer joven, pero gigante, que dijo que era hija de Antífates, el rey, y los condujo a su casa.

Llegada de los barcos devorados por los vientos a la tierra de Lestrigones, envío de exploradores y encuentro con la hija del rey. Aquiles retira su barco  abajo a la derecha. Los tres exploradores enviados por Ulises (Euribate, Antiloco, Anchialo) cruzan un puente y se encuentran con la hija del rey de Lestrigones, que desciende de un camino empinado; en la parte superior, una figura masculina que se encuentra a medio camino del acantilado, con la mano derecha sobre su cabeza, representa el genio de la montaña, mientras que en el primer plano una mujer sentada en el suelo le da la espalda al espectador: es la ninfa de la primavera, cerca de la cual emergen los tallos de las hierbas acuáticas, mientras que arriba, en el acantilado, podemos ver los rastros desaparecidos de la palabra KRHNH (fuente: en la descripción literaria).


Cuando los enviados de Ulises llegaron ante la esposa de Antífates, ésta llamó a su marido, quien dejó la asamblea del pueblo y al llegar raptó a uno de los hombres y empezó a comérselo. Los otros dos hombres se escaparon, pero Antífates provocó un griterío y fueron perseguidos por miles de lestrigones, que eran de tamaño gigantesco. En la imagen de abajo, los lestrigones con sus rebaños y el llamado del rey Antiphates al ataque a los barcos de los griegos.


Los lestrigones, gigantes caníbales que vemos de espaldas, lanzan grandes rocas sobre los barcos de Odiseo, destruyendo a todos menos uno y matando y comiendo a varios de sus tripulantes. La nave de Ulises se salvó porque la tenía escondida en una cala. El pintor puso una gran cantidad de drama y acción en la escena, transmitiendo la sensación de confusión y caos que asedia a la flota. 


 La tripulación superviviente llegaría después a la isla Eea, morada de Circe.

Ulises en el palacio de Circe (izquierda); posiblemente compañeros de Ulises, transformados en cerdos (derecha). En la Odisea de Homero, el palacio de Circe es descrito como una mansión de piedra que se alzaba en el centro de la isla de Eea, en medio de un valle y un claro en un denso bosque. Alrededor del referido palacio, rondaban leones y lobos, que en realidad no eran más que las víctimas de su magia: no eran peligrosos y lisonjeaban a todos los extraños.


Ulises, en el inframundo, primero se encuentra con las sombras de los muertos (izquierda), luego Orión, Sísifo, Tityus y los Danaides (derecha). Ulises desciende al Hades siguiendo las indicaciones de Circe. Allí se le aparecen los espectros de su madre, Anticlea, que se ha suicidado por la tardanza de su hijo. También habla con Aquiles. El héroe está poco contento con su condición actual y le cuenta sus penas a Ulises. Las Danaides están condenadas eternamente a llenar de agua un pozo sin fondo.


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